LOS JESUITAS ORDEN CRIMINAL SIEMPRE HAN AFANADO POR DESTRUIR LOS LOGROS DE LA DOMINICANIDAD POR TENER UNA NACION Y ESTADO NACIONAL

Son el ariete de la esclavitud y el sometimiento de los pueblos y países a favor del saqueo y desenfreno concupiscente de la Iglesia Católica-Vaticano el régimen oligarquía y los monopolios del imperialismo recolonizador

09-01-2018

 

La misma práctica de la creación de bandas de forajidos criminales y desalmados, dedicados al robo, al saqueo, a la esclavización, como a los carnavales orgiásticos del desenfreno, de la lascivia y la concupiscencia, que acompañan y son parte, como la espina dorsal y columna vertebral, de la Iglesia Católica-Vaticano, así como del cristianismo, en cualesquiera de sus tantas aborrecibles, abominables y repugnantes variedades, vino a culminar con la creación del grupo criminal de la orden de los jesuitas.

La creación de la Orden de Jesús, o jesuitas, como la banda criminal y asesina, amoral, inescrupulosa y desalmada, sería la obra cumbre de los esquizofrénicos católicos de la Santa Sede; aunque se constituye bajo las funestas sombras de la hipocresía, las mentiras y las imposturas sistematizadas, bajo el espurio signo de la esquizofrenia galopante en su máximo nivel paranoico, perfectamente enseñorea en el maniático sicópata y sociópata Ignacio de Loyola, en el 1535, bajo la gestión del funesto alias Papa Paulo III; como lo corrobora el Concilio de Trento de 1545, que duró 18 años a partir de dicha fecha (1545), o sea, hasta el 1563; y que marcó las campañas del terror de la Inquisición de crueldad sin par.

La orden de los jesuitas es considerado, por ellos mismos, como una orden militar y criminal; su cabecilla es el Papa Negro o el Jesuu.

Desde que se fundara, es la espina dorsal (médula espinal) y columna vertebral de la Iglesia Católica-Vaticano y del cristianismo romano.

La razón y causa de que esta tenebrosa rama del catolicismo sea tan criminal y espuria como siniestra, en la que no cuenta, en realidad, para nada, la inteligencia ni el sentido común, y mucho menos lo humano; sino, ante todo, su íntima e inamovible convicción de que la esencia del cristianismo, tanto romano como luterano o calvinista, es su naturaleza congénita esclavista.

Aunque predomine la distorsión de que el cristianismo es de naturaleza medieval-feudal, en realidad es primitiva-esclavista; no por casualidad el cristianismo surge con el Imperio Romano esclavista y con éste se enseñorea, y a éste hereda, tras ser destruido el Imperio Romano de Occidente para el año 476.

Por igual, el equivocadamente tenido como un hombre de luz y conciencia, en la historia accidentada de la República Dominicana y su proceso de formación de nación, nacionalidad y Estado Nacional, el cura bastardo Antonio Sánchez Valverde, cuya obra principal sería “Idea del valor de la Isla Española”, era un salvajemente convencido jesuita a ultranza; y, por igual, un defensor frenético del esclavismo y la esclavitud; hasta el punto de que el contenido y significado principales de su aberrado pensamiento, cavernario y retrógrado, se centra en la reivindicación y defensa de la renovación del régimen de la esclavitud y del esclavismo enarbolado, en los tiempos finales del feudalismo y del Medioevo tardío para Europa, como tiempo escenario del triunfo de la Revolución Francesa del 1789-1793, tiempos de proclamación de los derechos del hombre, como momentos finales del proscenio, o antesala inmediata, de los movimientos de emancipación e independencia de las naciones latinoamericanas, y la República Dominicana en El Caribe, que  buscaban constituir sus propios Estados nacionales, reclamando autodeterminación, soberanía e independencia; en lo que no cabe contar, cabe subrayar y resaltar, a la colonia de Saint Domingue o colonia francesa de Haití; porque el conglomerado de esclavos de dicha colonia, aunque sus defensores y apologistas a ultranza no quieran admitirlo ni reconocerlo, y eludan vergonzosamente hasta tocar la cuestión, jamás había manifestado, dicho conglomerado, siquiera aspirar a soñar con ser una nación libre, soberana e independiente, que reivindicara la autodeterminación de dicho conglomerado humano esclavo.

La característica principal, de ese conglomerado esclavo de Saint Domingue (Haití), era servir de perros de presa de sus amos esclavistas franceses, para que éstos se engulleran a la original, por ser la primera, colonia existente en la isla de La Hispaniola, que era la colonia que ocupaba la parte oriental de la isla luego del Tratado de Riswick o de la antojadiza y manipulada intervención de ésta, precisamente por los jesuitas.

La Orden de Jesús, con su Jessu como cabecilla, que es la denominación especial con que llaman al cabecilla de la jauría de hienas carroñeras de dicha orden criminal, son reconocidos por sus logos de: “el fin justifica los medios”, de: “no hay verdad ni mentira, todo depende del cristal u ojos con que se mira”; como su sofisma más perfecto de su sofística escolástica medievalista, oscurantista y supersticiosa, que prohíja, como parte de su cadena oprobiosa interminable, de: “una mentira repetida cien veces se convierte en verdad”; atribuida como un patrimonio apócrifo de Goebbels, expresamente articulado así para exculpar a la siniestra Orden de Jesús y su Jessu, o Papa Negro, que fue sangre, carne, nervio y cerebro del nazi-fascismo alemán-italiano de Hitler y Mussolini, y lo mismo del nacional catolicismo genocida y criminal del franquismo español. Sin que la humanidad ni sus sectores más esclarecidos se hayan equivocado cuando establecen: que el nazi-fascismo alemán-italiano representaba la recreación de los planes por eliminar de un tajo, a sangre, fuego y botas militares, campos de exterminio y conculcación, de todos los derechos democráticos de la humanidad; lo que identifica al nazi-fascismo, ideal esclavista y de la esclavitud de los jesuitas.

Pero, es que la esencia más profunda del contenido social del cristianismo es la esclavitud como el aplastamiento y sometimiento del hombre, bajo el espurio y prostituido falso alegato, cuya ridiculez y carácter de estafa se verifica y comprueba en que no resiste la lógica de los hechos, que son el símbolo de lo prosaico, lo vulgar y lo temporal, como lo mundano y no sagrado ni divino; lo cual está inconfundiblemente establecido en un documento atribuido al impostor Pablo de Tarso, que, en su Carta a los Romanos, establece que la sumisión, la aceptación y arrodillamiento del ciudadano ante el despotismo, absolutismo y las humillaciones del esclavismo, son obras de su dios, el invento Jesucristo, que es quien designan gobiernos, autoridades, jueces y ejércitos represores; por lo que, oponerse a los designios y disposiciones de éstos es oponerse al dios cristiano; una vez que las autoridades son obra de su voluntad, y toda oposición a estas autoridades es oposición a su dios, al dios de los perversos cristianos católicos y evangélicos, o el engaño ese del tal adefesio Jesucristo; por lo que, si las autoridades,  jueces corruptos, militares delincuentes, funcionarios venales y corruptos disponen la represión y persecución de la población que reclama sus derechos, esos abusos pasan a tener carácter de justos, por cuanto provienen de los funcionarios que dios, su dios Jesucristo, escogió.

Para mayor comprobación: es el mismo creador de la peste ignominiosa del cristianismo, cuya legión principal de defensores la constituyen los del hampa de la orden de los jesuitas, el impostor Pablo de Tarso quien, en su otra carta que se le atribuye, de Carta a los Efesios, requiere y exige de los esclavos aceptar, gustosos y complacientes, de que sean tales, esto es, esclavos sin derechos ni vida propia; por cuanto esa humillante y degradante condición les fue dictada y escogida por su dios cristiano, el invento que llaman Jesucristo. Véase Carta a los Efesios, capítulo 6 del versículo 5 hasta el final del capítulo.

La impostura de ese infame y canalla, el cura jesuita Antonio Sánchez Valverde, que es enaltecido y celebrado por los círculos recalcitrantes de las cavernas reaccionarias dominicanas, sostenía que los esclavos criollos, o sea, que habían nacido y desarrollado en los años de las décadas del 1750, 60 y 70, no servían para hacer de cepa de la recreación del esclavismo y la esclavitud, en cuyo sistema depositaba, como jesuita, la esperanza del triunfo de sus aberraciones esclavistas, fue reivindicada por una sabandija y alimaña depravada del clan aberrado de los Decamps Jiménez, como es el insignificante y mediocre Miguel Decamps, mientras era de la talanquera de los Perrodé, y hoy, parte de la entelequia que, como carroñas político-sociales, le legara al pantano de la ignominia nacional.

En el curso de la beligerante historia de la nación, la nacionalidad y del surgimiento y consolidación del Estado Nacional República Dominicana, que es una larga, complicada, pero de trayectoria inconfundible en su cometido y destino de autodeterminación, soberanía e independencia, como de derechos democráticos, libertad y progreso, en base a la ciencia y el trabajo productivo, contra todo parasitismo como privilegios; sobre todo esos que pretenden escudarse en supersticiones, como eso de lo divino y sagrado; que es la perversa patraña del cristianismo católico y su cartel Iglesia Católica-Vaticano, como de los protestantes, legiones de sanguijuelas que chupan la sangre y la vida del pueblo trabajador y abnegado dominicano, hasta querer aniquilarlos. De hecho, se ha creado una confrontación histórica que se desarrolla junto con la brega del conglomerado nacional, por alcanzar sus metas, como conglomerado histórico-cultural y nacional, enclavado en el territorio de los 48 y tantos mil kilómetros cuadrados de la isla, desde la frontera que demarca del Sur al Norte y, de ahí, hasta el extremo oriental de la isla La Hispaniola, con la Iglesia Católica-Vaticano y los zánganos parásitos protestantes, que son representados por la siniestra condición de apologistas del esclavismo y la opresión de la orden de los jesuitas y sus cancerberos.

Y esto es lógico como inevitable, ya que el pueblo dominicano tiende a defender su econicho hecho nacional, demarcado territorialmente con muy exacta precisión; y lo hace con esa fuerza que aportan las corrientes inexorables del proceso histórico, como el impulso biológico vegetal de la fotosíntesis hace que las plantas tiendan al sol. Así, los dominicanos hemos de defender la nación dominicana, la dominicanidad y la patria nuestra, República Dominicana.

Los jesuitas siempre han buscado impedir, obstruir y derrotar ese inexorable curso del impulso histórico dominicanista hacia la libertad, la democracia, en medio de una patria libre e independiente, soberana y propia.

En las aberraciones infames en que se desenvuelven los jesuitas, en sus afanes parasitarios improductivos de la esclavitud y la esclavización, a nadie debería causar sorpresa que sean unos enemigos obsesivos y enfermizamente obstinados; por lo que recurren a un conglomerado aberrado, que ha escogido representar las contracorrientes negativas de la historia de la humanidad y de la civilización, que son los haitianos, como instrumentos para destruir la República Dominicana.

A los jesuitas y a la Iglesia Católica-Vaticano, como a sus corifeos, epígonos suyos, atrincherados y financiados por la USAID-CIA y los gobiernos recolonizadores del imperialismo norteamericano, como de los países imperialistas de la Unión Europea, secundados por los chavistas venezolanos, que cargan con el fantasma del Souloque Simón Bolívar, por lo que parecen estar casados, en un matrimonio sin divorcio, con la traición; así como con los impostores trotskistas, y antimarxistas y anti-leninistas, castro-guevaristas, de los renegados revisionistas cubanos, en su amasijo infame, donde concurren los canadienses, como los mexicanos y sudamericanos, que pretenden tapar el sol con un dedo, les resultan cada vez más difícil de vencer, por doblegamiento, a los dominicanos.

Es cierto que a los dominicanos les falta la férrea voluntad, que les haga luchar, para hacer soltar las cadenas oprobiosas del yugo del parasitismo vividor y sanguijuela de la Iglesia Católica-Vaticano romana cristiana y de sus epígonos bastardos de los evangélicos y protestantes.

Los jesuitas no tienen escrúpulos. Son unos desalmados que, como a Javhé, un mitológico rostro de sus dioses, creados por las alucinaciones esquizofrénicas de la religión judeo-cristiana, sólo les importa el oro, la plata y las riquezas; como lo demostraron con la monstruosidad del esclavismo sobre los indígenas y negros, sobre todo en Norteamérica; donde, en defensa de la esclavitud, como de la discriminación racial y la conculcación de los derechos democráticos de la población, desataron, luego de provocar una sangrienta guerra civil, en 1861; la cual culminó mediatizando las metas supremas, por lo que, un siglo después, durante la década del 1960, Estados Unidos volvió a ser escenario de una eventual guerra política, que se ventilara alrededor de los derechos civiles y ciudadanos de los negros norteamericanos y de los indígenas nativos de los Estados Unidos.

Aquí, en República Dominicana, fueron la sangre, y el perverso criminal, corazón de hiena, de la dictadura oprobiosa de Trujillo, en la que los jesuitas representaron a la perfección todas las carroñas, miserias humanas y aberraciones bastardas del cartel del opio de los pueblos Iglesia Católica-Vaticano, romana y cristiana.

Por exclusivos intereses materiales de oro y plata, como su deidad ficticia Jehová o Jahveh, propiciaron la razia de exterminio étnico, los jesuitas, en la década del 1930, la instigaron y no la objetaron; como tampoco lo hicieron con el antisemitismo hitleriano; si no, por el contrario, fueron sus principales auspiciadores; lo mismo que las batidas de exterminio humano, de naturaleza de barridas asesinas, o genocidios de lesa humanidad, en las regiones de Los Balcanes, en Croacia, Servia, etc.

El hitler, Ante Pavelic, declarado criminal de lesa humanidad, fue el cabecilla católico, bajo las órdenes de los jesuitas, que llevó a cabo los más horrendos crímenes de lesa humanidad; y los jesuitas lo protegieron, igual que a tantos cientos y miles de criminales de guerra nazis, como Eichmann y el Carnicero de Lyon. Ante Pavelic murió protegido por los jesuitas en España bajo el régimen fascista de Francisco Franco.

Los jesuitas no denunciaron al peón y carnicero de la Iglesia Católica-Vaticano y de los monopolios norteamericanos, y de la supuesta matanza de haitianos, que trataron de ocupar el territorio nacional. Jamás dijeron esta boca es mía. Y todo, porque buscaban el legado del Concordato, y el igualmente ilegítimo, ilegal e inconstitucional otorgamiento de la personería jurídica a la Iglesia Católica-Vaticano; lo que no es compatible con el derecho nacional ni institucional, por cuanto la Iglesia Católica-Vaticano es parte de un Estado extranjero, como es el cartel Iglesia Católica-Vaticano.

 

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