SON SANDECES DEL CRIMINAL Y DEPRAVADO JESUITA ALIAS PAPA FRANCISCO I LO DE QUE LOS COMUNISTAS HAN ARREBATADO AL CRISTIANISMO LA BANDERA DE LUCHA POR LOS POBRES EXPLOTADOS Y OPRIMIDOS

El cristianismo siempre ha sido la ideología de la esclavitud sustentó y usufructuó el régimen de la servidumbre feudal y es el alma ideológica de la esclavitud asalariada bajo el imperio-capitalismo  y su modelo neoliberal

La religión es el opio del pueblo

01-07-2014

 

Nadie puede dejarse coger de pendejo por la sofistería barata del alias Papa, el jesuita y criminal nato, Bergoglio, un pájaro de muchísimas cuentas pendientes con la humanidad, con los pobres del mundo, contra los que no se cansa de luchar, y por engañar; con lo de presentar a los comunistas como usurpadores de la bandera que recoge los intereses de los explotados y oprimidos, precisamente cuando la reacción mundial, a cuya cabeza está el imperialismo yanqui, el imperialismo de la Unión Europea y la OTAN, está empeñada en hacer aparecer, falsamente, que Vladimir Putin intenta restablecer el régimen soviético en Rusia. Y es, por un lado, el interés en contribuir con esa falacia, al tiempo que busca aportar a la campaña de descrédito y aislamiento de la Federación de Rusia; y, por la misma vía, salir en defensa de los fascistas y genocidas de Ucrania, cuyo centro es Kiev y el gobierno derechista ucraniano, cuya sede está en Kiev.

La opinión pública no puede perder de vista, que los fascistas y nazistas ucranianos son básicamente católicos, mientras que la gran mayoría de religiosos ucranianos profesan la religión ortodoxa, que no es, para nada, afín al Papa ni a la Iglesia Católica-Vaticano.

Si hay algo claro, es que ésta no cambia su naturaleza parasitaria ni su condición de opio de la humanidad. Y el sofisma de la supuesta afinidad de esa ideología (que exclusivamente está al servicio de los intereses de los explotadores), con el socialismo y con la causa comunista, es un ardid de viejo cuño; que si el depravado y perverso jesuita, alias el Papa Francisco I, la exhuma, esto es, saca del zafacón de la historia, su ignominiosa calumnia; para evidenciarlo de pies a cabeza vamos a permitirnos exponer lo que Carlos Marx, en la década del ’40 del siglo XIX, expuso arremetiendo contra esa perversa pretensión, que los peores oportunistas, como Fidel Castro, Hugo Chávez, Maburro, y todas esas inmundicias, no se quitan de sus asquerosas bocas.

Marx no aceptó, bajo ningunas circunstancia, la falaz teoría reaccionaria de que el comunismo, como doctrina social, es fruto, o guarda alguna remota vinculación, con el catolicismo o con la doctrina reaccionaria del cristianismo; y, con indignación, escribió al respecto:

“Los principios sociales del cristianismo han tenido ya 18 siglos para desenvolverse, y no necesitan de que un consejero consistorial prusiano (alusión al mentado Wagener) venga ahora a desarrollarlos. Los principios sociales del cristianismo justificaron la esclavitud en la antigüedad, glorificaron en la Edad Media la servidumbre de la gleba y se disponen, si necesario es, aunque arrugando un poco el gesto plañideramente, a defender la opresión moderna del proletariado. Los principios sociales del cristianismo dejan la desaparición de todas las infamias para el cielo, justificando con ello la perduración de esas mismas infamias sobre la tierra. Los principios sociales del cristianismo ven, en todas las vilezas de los opresores contra los oprimidos, el justo castigo del pecado original y de los demás pecados del hombre; o la prueba, a que el Señor quiere someter, según sus designios inescrutables, a la humanidad. Los principios sociales del cristianismo predican la cobardía, el desprecio de sí mismo, el envilecimiento, el servilismo, la humildad, todas las virtudes de la canalla; y el proletariado, que no quiere que se le trate como canalla, necesita mucho más de su intrepidez, de su sentimiento de dignidad personal, de su orgullo y de su independencia, que del pan que se lleva a la boca. Los principios sociales del cristianismo hacen al hombre miedoso y trapacero; y el proletariado es revolucionario. Era cuanto teníamos que decir de los principios sociales del cristianismo”. (Escritos varios, Tomo II, páginas 442-223).

Desde luego, no sería difícil demostrar que esos “principios sociales del cristianismo” no desempeñaron siempre un papel reaccionario. El cristianismo primitivo, en lo que tenía de protesta contra el orden social del mundo antiguo, se alzaba contra la propiedad privada y el Estado, y abogaba por el ascetismo y la pobreza. Pero esto es ya un cuento viejo, una historia de aquellos tiempos en que no había más camino para libertar, a “los que trabajan y sufren”, que el de la divina Jerusalén”.

Hoy, los obreros con conciencia de clase deben oponerse a los manejos de cuantos intenten aunar sus intereses con los de la religión, cualquiera que sea la forma en que se les presente la doctrina; ya sea bajo el nombre de cristianismo “purificado” y “ennoblecido”, ya bautizada con el de “nuevo” cristianismo o “religión de la humanidad”.

Marx señalaba: “La religión es siempre la conciencia y el sentimiento del yo en el hombre que no se ha encontrado aún a sí mismo, o que habiéndose encontrado, se ha vuelto a perder… Por eso, luchar contra la religión es luchar directamente contra el mundo de que la religión es el aroma espiritual. La pobreza religiosa es en algunos la expresión de la pobreza verdadera, mientras que en otros, es la protesta contra la verdadera pobreza. La religión es el suspiro de los oprimidos, el corazón de los descorazonados, el espíritu de los abatidos. La religión es el opio del pueblo… Acabar con la religión, dicha ilusoria del pueblo, es dar un paso hacia la conquista de su dicha verdadera… Por donde la crítica del cielo se torna en la crítica de la tierra; la crítica de la religión en la crítica de la ley, la crítica de la teología, en la crítica de la política”. (Marx-Engels Obras Completas, Tomo I, páginas 607-608. Marx, Crítica de la Filosofía Hegeliana del Derecho).

Marx y Engels no podían por menos que oponerse enérgicamente a todo intento de adormecer al proletariado con cualquier suerte de ideas religiosas, pues sabían que eso era detenerlo en su marcha hacia la emancipación.

 

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