Leonel dice que fue un grupito de delincuentes quienes lo repudiaron en Haití

Y ¿no son delincuentes la triada de golpistas agentes y lacayos del imperialismo Latortue, Boniface y Abraham?

 

Pero las anteriores declaraciones del fulano que ejerce las funciones de Presidente del actual Poder Ejecutivo respecto al provocado repudio que él mismo se buscó con fines espurios indiscutiblemente, por su condición de inveterado lacayo de los consorcios monopolistas imperio-capitalistas y su reconocida práctica de genuflexión y por su vocación hacia todo lo que representa servilismo abyecto en negación, a la vez, de toda posición vertical que implique reivindicación de la soberanía nacional y sobre todo la libre auto-determinación de los pueblos, si que dichas declaraciones de por sí y en sí vienen a corroborar que hoy y siempre ha habido la más íntima identificación con los mismos gobernantes de facto y usurpadores del poder en Haití de parte del Presidente del Poder Ejecutivo dominicano, electo éste gracias a la ignorancia y no poco envilecimiento de la población dominicana misma que sigue pagando caro, un precio muy elevado y doloroso tanto por su atraso que le ha sido inyectado y vendido a través de las aberradas actividades de los cabecillas politiqueros social-traidores de los corrup-partidos del sistema, cuyas figuras más sobresalientes en su infame labor son Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez, esto de un lado, puesto que no somos dados a la demagogia ni al engaño, y hemos de reconocer que el pueblo es a la vez víctima de su propio grado de envilecimiento, que le llega y se desarrolla por lo que no pocos entienden como una aberración masoquista en la que, al parecer, le place agotar su existencia.

No cabe la menor duda de que el ciudadano Leonel Antonio Fernández Reyna exhibe las más desaprensivas e inconsecuentes concepciones políticas e ideológicas, caracterizadas en cada una de sus manifestaciones por la más tremenda hipócrita actitud dando, esto tenemos que reconocérselo, verdaderos recitales de dobleces y oblicuidades, en los que de antemano, como contenido de sus acciones, se presupone lo peor y los más sórdidos fines, así como los más absurdos, inconsistentes, fatuos, superficiales, triviales, insignificantes y peregrinos alegatos que, huérfanos, sin la excepción de la regla, de toda congruencia y armonía con la realidad, no conforman siquiera lo que se podría calificar de argumentos apropiados siquiera para explicar su descabellado comportamiento, ya que ni remotamente cabe hablar, pensar ni aún especular de que pueden llegar a tener justificación alguna.

Para resaltar por contraste lo paradójico del comportamiento extraño del Presidente electo Leonel Antonio Fernández Reyna, recurramos a dos o tres preguntas que el radioyente o lector de "¡Despertar!" deberá contestar por sí mismo, sin esperar las respuestas que del Pálido-pelegato y su Presidente puedan provenir.

Habiéndose querido cimbrear, Leonel Antonio Fernández Reyna, en forma casi permanente como de supuesto y aparente defensor, o ser partidario del Estado de Derecho, ¿por qué concurre, sin previsión adecuada de las posibles consecuencias ideológicas, políticas, sociales, nacionales e internacionales a un acto impúdico de maridaje espurio con las autoridades golpistas haitianas, precisamente en Haití?

¿Acaso -ésta es otra pregunta- no da una prueba de indigencia intelectual y orfandad de educación o conocimiento ideológico-político lo dicho por el Presidente de su Poder Ejecutivo, Leonel Antonio Fernández Reyna, de que sólo fue un insignificante grupito el que le repudió tan intensa y elocuentemente en su imprudente e infantil, pero no ingenua sino lacayuna, visita suya que es (aunque él mismo no lo aquilate en su justo valor ni significado moral ni ético pues en los pragmáticos, como lo es Leonel Antonio Fernández Reyna, verdad, moral y ético es sólo aquello que le reporta beneficios materiales y sobre todo pecuniarios) un Presidente electo mediante el ejercicio del sufragio electoral, aún cuando en realidad y como mucho sólo alcanzara el 38% del electorado dominicano, lo que no deja de ser una minoría real y lo que él -Leonel Antonio Fernández Reyna- ni sus obcecados partidarios pueden refutar?

Y ¿por qué no?, hagamos la cuarta pregunta, ya que la tercera es éste ¿por qué no?

¿O es que en realidad para Leonel Antonio Fernández Reyna la voluntad electoral y popular es sólo objeto mercantil y de prácticas politiqueras demagógicas obscenas, equivalentes a las más vulgares mercancías que es expenden en los más sórdidos mercados de las miserias humanas?

Y esta última pregunta viene a colación o se cae de la mata por el hecho de que habla muy mal y retrata al ciudadano Presidente electo mediante el sufragio electoral el 16 de mayo del 2004 en la postura de que, por no querer insultar ni herir susceptibilidades, hemos de llamar, simple y llanamente, ri-dí-cu-la e insignificante, ya que si en el remoto caso de que en Haití, a raíz de su imprudente y necia visita, lo hubiese repudiado un solo, uno solo de los haitianos, por estar revolcándose con los golpistas haitianos beneficiarios y usufructuantes del Golpe de Estado contra el Presidente constitucional haitiano electo en las elecciones anteriores, ese solo haitiano representaría el peso de toda la voluntad popular y la autodeterminación soberana del pueblo haitiano, mancillada y desconocida con el Golpe de Estado contra Aristide y la intervención extranjera en ese país.

Y lo agregado de que se trató de un grupito de delincuentes, como compartió con Leonel Antonio Fernández Reyna el Embajador en el país del deplorable Presidente George W. Bush, a quien no sólo se le tiene como el principal filibustero y pirata o corsario internacional, sino como genocida al nivel de Hitler, Francisco Franco, Mussolini, Tojo, Chiang kai-shek, etc., no cabe la menor duda de que el mismo representa el más infeliz alegato para seguir tratando de justificar un camino intransitable, ya que en Haití, aunque le duela a los imperio-capitalistas occidentales con toda su educación y prurito de toda índole a cuestas, a la luz de cualquier escuela del Derecho, nadie, absolutamente nadie, es más delincuente que el trío de Boniface Alexandre (alias el Gibón), Gerarld Latortue y Herard Abraham.

No sabemos por qué, pero queremos solicitarle encarecidamente al señor Leonel Antonio Fernández Reyna, que ya que es el Presidente del Poder Ejecutivo dominicano, no se ponga a escupir para arriba.

 

Volver a la Página Principal