López Rodríguez proclama pacto social apócrifo con el fin de enriquecer más a la parasitaria Iglesia Católica

 

Cuando el viernes 9 del presente mes de diciembre el cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, el mismo príncipe del impostor imperio que de divino se convirtió en imperio real y adquiriera la denominación de Estado Vaticano como su sede, no por voluntad sagrada sino del Poder nefasto cimbreado en la ignominia del crimen que implantara el “Duce” o jefe máximo del fascismo italiano, el rastrero Benito Mussolini, con el Pacto de Letrán en 1929, apareciera en la letrina amarilla “Listín Diario”, cuya propiedad detenta, o sea, usurpa, el descendiente, nieto de la hiena de dos patas, nieto a su vez del cura Sánchez Valverde e hijo de la esclava Malatesta, esto es, de Buenaventura Báez, diciendo que se debe establecer un pacto social para la recreación de la nación dominicana, habría que, de antemano, entender que lo del Cardenal no era ni podía ser otra cosa que una nueva infamia encaminada, como es todo lo que de la gran prostituta de Roma ha salido para la humanidad, y cuyo contenido no es otro que el pueblo dominicano le mantenga su parasitismo y que a la vez este pueblo y este país sigan siendo vasallos suyos, esto es, de la Iglesia Católica, sin derecho a la autodeterminación, olvidándose de aspirar a ser un Estado-nación libre y laico, total y absolutamente separado de toda creencia basura-religiosa, teocratismo y pendejadas por el estilo.

Se trata, la supuesta propuesta de este príncipe apócrifo del imperio falaz (cuyos doctores y funcionarios del mismo son los paradigmas a imitar cuando se quiera aprender a odiar, a insultar, a calumniar sin empacho, a mentir y a difamar), de no otra cosa que la reafirmación de que estos señores no aceptan la existencia de naciones libres e independientes, basadas en la autodeterminación, que se sustenta en la voluntad e interés económico, social y cultural de la población y estipulado por una Constitución, que es el único pacto social legítimo posible, y el cual tanto la Iglesia Católica-Vaticano, como los obispos criollos, se niegan a aceptar, pretendiendo sustituir la nación y el Estado dominicano, como los órganos de éstos, por los acuerdos de aposento, tal cual es el Diálogo de Agripino Nuñez, que es con lo que la Iglesia Católica-Vaticano invalida y castra el funcionamiento, como una entidad propia e independiente, del Estado dominicano y perpetúa el oneroso e infame, por parasitario y retardatario, Concordato, con el Vicariato Castrense y el Patronato Nacional San Rafael.

El Cardenal este, cuyas luces no alcanzan ni siquiera los niveles del Renacimiento, no cabe la menor duda que está obsesivamente empeñado en la instauración de una dictadura de extrema derecha, ante las sobradas evidencias de que ni la nación ni la población dominicana soportan ni aceptan, por más tiempo, tener que seguir manteniendo y financiando ese cartel de parasitismo y nocivo veneno de supersticiones en forma obligada e impuesta en contra de su libérrima voluntad.

Efectivamente, debería ese Cardenal de su entente mágico-religiosa y fantástica, entender que lo suyo y de su Iglesia Católica-Vaticano, de supuesta representación y encarnación de un inventado hijo de otra imaginaria deidad superior, es un asunto estrictamente particular de ellos y de los individuos también particulares que, por ignorancia o enajenación personal, y hasta por insania mental, quieran sumarse a sus fantasiosas creencias y prácticas, como también la premiación con pasar a su paraíso prometido junto a su dios y a la resurrección después de haber muerto, serán asuntos a disfrutar por ellos y sólo por ellos en particular, y que, cuando ocurriera, que lo gocen y celebren, serían nuestros deseos, pero que ahora, en este mundo terrenal, para la nación y entre los que componemos la población dominicana, no hay otro pacto social y común, que nada tiene de carácter de interés particular y ha de ser y es, aún con todas sus deficiencias e inexactitudes, la Constitución de la República.

Los ciudadanos, agrupados en partidos políticos o grupos económicos, tienen el derecho, conforme la naturaleza libre y soberana de la sociedad dominicana, de llegar a todo tipo de acuerdo y a ponerse de acuerdo entre sí, dentro del marco consagrado por la Constitución.

Lo de los fines particulares contrapuestos a esta Constitución, lo mismo que los acuerdos de grupitos, son ilustrados por las prácticas y los hechos mediante los cuales la Iglesia Católica-Vaticano impone el Concordato con el dictador Trujillo (1954), y más adelante le sobrepone el Vicariato Castrense y el Patronato Nacional San Rafael (1958 ambos); cómo la Iglesia Católica ha conspirado desde siempre, y en particular desde el 1963, contra la institucionalidad democrática, tal cual ilustra su participación para el derrocamiento del primer gobierno electo tras la dictadura de Trujillo en el 1963 (septiembre) y previamente había dictado las órdenes para el genocidio contra las masas campesinas, a fines del 1962, en Palma Sola, Provincia de San Juan de la Maguana, so pretexto de que allí se fomentaban creencias y prácticas mágico-religiosas ofensivas a las del catolicismo vaticanista; ejemplo de acuerdos y acciones de grupitos atentatorios contra la nación, son los que lleva a cabo la Iglesia Católica a través de Participación Ciudadana, Finjus y el Diálogo particular con que el empresario de cristo, Agripino Nuñez Collado, usurpa las funciones de los organismos deliberativos del Estado dominicano, así como de los organismos autónomos ejecutivos del Estado dominicano, lo cual se ilustra con toda amplitud y versatilidad si vemos cómo esa Iglesia Católica y sus entelequias, como grupos de presión financiados por los EE.UU. y la Unión Europea a través de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) de los EE.UU. y acuerdos particulares con los planes de presión e injerencia de la Unión Europea y Canadá, manipulan y reducen a la condición de títeres a la Suprema Corte de Justicia y a los tribunales de la Judicatura nacional; al Congreso Nacional, incluyendo ambas Cámaras Legislativas; a la Junta Central Electoral; a las FF.AA. y a la P.N. -vía el Vicariato Castrense-; la educación nacional y la salud pública; en fin, todos estos órganos y estas actividades han perdido su carácter soberano y hasta su dominicanidad por acuerdos generales y particulares de grupitos de miserables mercenarios dominicanos con el grupo particular y los intereses particulares de la Iglesia Católica-Vaticano.

Nosotros exhortamos a que los dominicanos conozcan y estudien toda la declaración que ofreció ese siniestro personaje que es Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, para que comprueben en toda su extensión que este sujeto lo que propone es toda una plataforma que se sustente en el desconocimiento y la anulación de la Constitución nacional, así como de todas las leyes y de cada uno de los órganos del Estado dominicano; todo lo cual sea sustituido por el llamado pacto social que auspicia el llamado Diálogo Nacional que batutea Agripino Nuñez y su equipo de particulares agentes y lacayos financiados por países y grupos internacionales adscritos tanto al imperialismo norteamericano y de la Unión Europea como de Canadá.

 

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