Ya en el 2003 advertíamos del engaño y la estafa que significaría la vuelta de Leonel Fernández-Pálido al Poder
 

La gente del PLD de todo y en todo tiene una visión unilateral, y de esa visión parcial, no de conjunto, que es fruto de su egoísmo oportunista pequeño-burgués acicateado por la ambición y el individualismo desenfrenado, extraen líneas políticas y soluciones que sólo benefician a los explotadores y a los consorcios monopolistas internacionales, y a su vez le dejan dividendos a los grupos dirigenciales peledeístas, así como hunden en la miseria y la pobreza más y más al pueblo.

La apreciación que tienen del populismo es un ejemplo claro de todo esto.
Ditrén, dirigente Pálido y apologista de Leonel Fernández, envió, para abundar en el tema del populismo, dos estudios a la prensa amarilla. Ambos no reflejaban más que la opinión unilateral que expresa la burguesía conforme a su oposición insoluble con las masas populares, lo que se acentúa con su autoconvencimiento de que ya no puede gobernar por sí misma.

Mientras la burguesía emergía como la clase revolucionaria representativa del nuevo orden frente al viejo orden feudal-medieval, oscurantista y religioso, cuando la humanidad vivía bajo las penumbras de la escolástica dogmática, so pena del flagelo implacable del fuego y el potro de la verdad inquisitorial cristiano, fue en el orden político-social y económico, revolucionaria; declaró su guerra a muerte por la emancipación de la ciencia del yugo de la dogmática escolástica, tal y como lo escribiera Francis Bacon en su Novum Organum creando el materialismo moderno, al tiempo que inscribía en su bandera las insignes consignas de libertad, igualdad y fraternidad. Y con sus pensadores más insignes, como los héroes de la Ilustración y la Enciclopedia, debatiéndose entre el racionalismo y el materialismo pero, obsérvese, entre la razón, que es la capacidad del ser humano para discernir y crear la sociedad conforme a un plan previamente establecido el nuevo orden económico-social, sin lugar prácticamente para los que habían subyugado a la humanidad por más de 14 siglos con la falaz invención de que lo existente era obra de un plan de la voluntad divina de un dios creador de todas las cosas, y por lo tanto le estaba prohibido al hombre cuestionarlo o poner en duda su justeza, mucho menos intentar subvertirlo. Y del otro lado los materialistas que hacían depender la razón o el pensamiento de la realidad material y objetiva. La burguesía era entonces más o menos radical. La burguesía confiaba más o menos en la capacidad del hombre para asumir su destino.

Entonces las reivindicaciones populares e incluso los derechos del hombre, que serían la obra cumbre de la Revolución Francesa, no eran vistas con menosprecio ni despectivamente por la burguesía y sus representantes políticos.
Pero hubo dentro del seno de la burguesía y sus capas pequeño-burguesas, quienes, teniendo la genialidad de percatarse de que el reino de la libertad, la igualdad y la fraternidad no era más que una ilusión a ser disfrutada sólo por el que era dueño de los medios de producción y poseía capital, proclamaron que el nuevo orden establecido era en sí injusto y explotador. Y así estos desengañados llamaron a seguir luchando.

Cuando éstos, junto a las masas trabajadoras, quisieron levantar o levantaron sus reivindicaciones en forma independiente de las de la burguesía, entonces ésta empezó a volverse contraria a las masas y llamar como alteradores del orden público a los nuevos revolucionarios, a los que persiguió y reprimió.
En su inicio la burguesía obtuvo triunfos sobre sus nuevos oponentes, puesto que todavía no existían las condiciones materiales que hicieran posible materializar la nueva transformación que hiciera que ya no fuera una libertad en abstracto, sino concreta, que la igualdad no fuera del hombre en abstracto, sino la igualdad sobre la base de que no hubiesen poseedores y desposeídos, y la fraternidad fuese real y no falsa, puesto que en el orden burgués, ¿qué fraternidad puede haber entre el verdugo capitalista que explota y esquilma y sus víctimas, que son los trabajadores explotados?

La burguesía les llamó utopistas. Y a Marx le correspondió el papel de transformar la utopía en una ciencia. Eso se consumaría con su obra “El Capital”, reflejo del movimiento económico, político y social del régimen económico. Pero ya las bases estaban sentadas por “La Ideología Alemana”, “La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra”, el “Manifiesto Comunista”, “La Filosofía de la Miseria”, etc., escritos por Marx y Engels.

Pero la burguesía siguió llamándole, igual a como lo hacen sus apologistas Tony Raful y Federico Henríquez Grateraux, utopía, a la necesidad de poner fin al régimen de la explotación burguesa. Y estos, carentes de originalidad, copian a los anti-comunistas profesionales y a los abjuracionistas, llámense Eduardo Galeano, Rodrigo Borja o José Saramago.

El término utopía no está recargado necesariamente de contenido despectivo ni le da el matiz de aristocrático que reclama para sí el que lo usa como instrumento para descalificar al contrario. El término utopía es casi sinónimo de esperanza y confianza en el futuro. Y la burguesía creó con el tiempo un término que sí es agresivamente despectivo y que marca la distancia que la separa del pueblo. Este término es “populista”, que está emparentado con el de “populacho”, del que el Diccionario de la Real Academia Española dice: "Despectivo de pueblo. Lo ínfimo de la plebe. La multitud en revuelta o desorden".

Así, la burguesía que ha abjurado de sus consignas originales de libertad, igualdad y fraternidad, acusa de desorden, de plebe y populista a todo lo que entronca con el reclamo de cualquier reivindicación económico-social o política por parte del pueblo. Y esto y no otra cosa es, por ejemplo, lo que expresa Rodrigo Borja, el socialdemócrata traidor ecuatoriano, lo que, indudablemente, si no supiéramos lo que significa en la hora actual socialdemócrata, que es casi sinónimo de perro, y que tan reiterativamente copia y transcribe para su propaganda antipopulista pero de carácter inequívocamente neoliberal el Ditrén, acondicionándole el terreno para que Leonel Fernández concurra al escenario de la prensa a proclamar, jactándose, que su próximo gobierno sería netamente neoliberal y antipopular y antinacional. ¿Acaso la práctica actual no lo comprueba?

Si los peledeístas no fuesen como lo son, recalcitrantes sirvientes de las agencias financieras internacionales y usureros, agiotistas y especuladores parasitarios, como son o aspiran ser la gran mayoría de sus militantes y dirigentes, incluidos la mayoría de su Comité Central y Comité Político, por lo menos en vez de repetir como gallaretas, como hace Ditrén y luego propala Leonel Fernández, podrían darse cuenta de que lo de Rodrigo Borja es apenas la apreciación derechista y demagógica de la burguesía reaccionaria frente al fenómeno de lo que es el populismo.

Lenin, que efectivamente efectuó los estudios y análisis económico-social e históricos del populismo, que tanto gravitó durante casi un siglo en Rusia, estableció parámetros y líneas maestras que permiten juzgar no desde un punto de vista empírico ni de las vulgaridades que regulan a los mercaderes burgueses para expoliar al pueblo, sino a la luz de la realidad histórica, que el populismo representa el interés de los propietarios, productores y comerciantes, medios y pequeños, tanto del campo como de las ciudades, que sufren de manera inevitable los embates de las leyes objetivas que rigen la dinámica implacable de depauperización y empobrecimiento que conlleva el desarrollo en el capitalismo, aún en países atrasados dentro de este contexto.

La experiencia histórica confirma la validez de la justa formulación de Vladimir Ilich Lenin al respecto. Y el desastre que acarrea el neoliberalismo y su globalización para estos significativos sectores de la economía en los países subyugados por el imperialismo norteamericano o europeo (CEE) no es otra cosa que la verificación de la justa apreciación de Lenin respecto al fenómeno del populismo, tomado éste no en sentido despectivo ni con fines reaccionarios, sino apreciando que el mismo responde a la realidad de los sectores que, perteneciendo a estos países, no tienen por qué aceptar que dos o tres cipayos, como los que componen las direcciones de los corrup-PRD, corrup-PLD y corrup-PRSC, entreguen las riquezas y bienes nacionales a la voracidad de los consorcios imperio-capitalistas a nombre de las virtudes inexistentes, como se comprueba en la práctica del neoliberalismo y su globalización.

El énfasis que con tanta insistencia hacen los peledeístas en estos momentos es motivo de no poca preocupación, pues dicha reiteración en su oposición a lo que el PLD llama populismo, no es más que su identificación reafirmada con los intereses de las agencias financieras internacionales, de los consorcios monopolistas, y, por lo tanto, un anuncio formal de que no irían al gobierno, en caso de salir airosos en las elecciones del 2004, a satisfacer las reivindicaciones sociales de comida, agua, luz, empleo, educación y salud, entre otras que demandan las masas ante el actual gobierno; por lo que, en líneas generales, bajo el sonsonete de luchar contra el populismo, un nuevo gobierno de Leonel Fernández-PLD no sería más que la continuación -y quién sabe- del actual desgraciado gobierno de Rafael Hipólito Mejía-PRD-PPgatos-balagueristas. ¡¡Zape!!
 

Esto lo lanzamos a la opinión pública, cuatro meses antes de las elecciones de mayo en que ganó el actual Presidente Pálido Leonel Fernández.

 

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