Se hace más imperiosa necesidad

PONER FIN AL CONCORDATO

El pueblo-país no resisten tanto parasitismo a costa suya

 

El Secretario del Episcopado y Arzobispo Emérito de Santo Domingo, o sea, el segundo del Cardenal Nicolás Hildebrando Borgia López Rodríguez, el muy conocido monseñor Francisco Arnaiz de la orden jesuita, concurrió el viernes 17 de diciembre del 2004 a la televisión con fines muy significativos ya que en sus palabras quedaron expresadas cuestiones de gran importancia para el país y que encierran la confesión de que la Iglesia Católica, S. A. se aferra al privilegiado, y por ello irritante y ofensivo hasta lo infame, Concordato, al Vicariato Castrense y al Patronato Nacional San Rafael.

Aparece Arnaiz reiterando las mentiras de la Iglesia Católica en torno al Concordato, insistiendo siempre en negar el filón inagotable de oro que para la Iglesia Católica, S. A. representa el Concordato y sus beneficios para dicha institución y el Vaticano, como son que los exime, a la Iglesia Católica y a los curas, de pagar impuestos sobre la renta y les otorga y reconoce, como privilegio, el derecho a recibir los beneficios de testamentos,  amén  de  tampoco pagar impuestos sobre éstos -ambos aspectos son privilegios por encima de los ciudadanos y otras instituciones religiosas, de beneficencia y sin fines de lucro-; pago por el Estado dominicano de sus escuelas privadas -siendo la Iglesia Católica por esta razón la principal escuela-privada-teniente de todo el país, al igual que universidades y centros especializados de enseñanza de altos niveles-; pago del personal docente (maestros), vigilancia y limpieza de sus seminarios, conventos, parroquias, etc.; coloca, el Concordato, en manos de la Iglesia Católica la enseñanza pública que cubre el Estado con el Presupuesto Nacional, etc.; que establece que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional deben estar sujetas al sistema del Vicariato, con lo que se crea el Vicariato Castrense en el 1958, pasando todos los obispos a ser generales de brigada, a excepción del cardenal Nicolás Hildebrando Borgia López Rodríguez que es Mayor General, lo mismo que De Jesús Moya, el de San Francisco de Macorís y otros, así como el resto del clero, cuyos miembros son oficiales desde primer teniente hacia arriba y perciben tanto el sueldo correspondiente a esos rangos como los otros privilegios que de los mismos se derivan; tiene además la Iglesia Católica la administración de los hospitales públicos que, por no ser rentables, le han sido cambiados por la Plaza de la Salud, a través de cuyo Patronato el Cardenal tiene asignado decenas de millones de pesos del Presupuesto Nacional; los matrimonios canónicos, que son una u otra fuente inagotable de dinero a la Iglesia Católica por concesión del Estado y el Concordato, etc. y etc.

Pero no son todas sus mentiras al respecto lo nuevo en la concurrencia a la televisión de Arnaiz. Hay que subrayar que éste lanzó una eventual amenaza al país y al pueblo dominicanos al decir que con el Concordato la Iglesia Católica, S. A. le hacía el favor de no propiciar que sus feligreses se lancen a perseguir a los de las otras religiones y corrientes del pensamiento, dejando flotar la insinuación de que si por mano del diablo en el país se logra arrancarle el mar de privilegios en riquezas y dinero que el Concordato representa para la Iglesia Católica, aunque de la boca para afuera su jerarquía insista en mentir negándolo, que sepan pueblo y país que otra será la historia y es muy probable que ésta sea de sangre, como lo es la historia de la masacre de Palma Sola que la Iglesia -con Monseñor Beras y Pérez Sánchez a la cabeza- desplegó, creando la más horripilante matanza de campesinos en San Juan de la Maguana, por el delito de haberse identificado con una religión espontánea de esas que llaman naturales por el carácter simple de su liturgia y sus ritos.

Y en sus palabras, usando la mentira real encubierta con insinuaciones, rejuegos de expresiones orales, en una palabra, recurriendo a sofismas jesuíticos, esto es, propios a su orden de los jesuitas, dijo que lo del matrimonio canónico, que es un privilegio de la Iglesia Católica y sus curas, no proviene del Concordato, sino de una ley, por lo que sin modificar el mismo el asunto del matrimonio y los pastores evangélicos se podría resolver.

 

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