La ambigua política de la oligarquía dominicana frente a Haití ha creado serios problemas para la República Dominicana y los dominicanos

 

Los grupos dominantes tradicionales de República Dominicana, a los que se acostumbra a llamar oligarquía, siguen una política dual respecto a Haití y con relación a los haitianos, política dual que manifiesta su carácter contradictorio en cada problema que surge como fenómeno.

Los grupos, partidos políticos y cabecillas de esa oligarquía conforman la llamada derecha dominicana.

Siempre han temido a Haití, pero jamás han dejado de conspirar contra Haití. Por ello han llegado a la penosa conclusión de desear la destrucción de Haití. Pero sin pensar ni detenerse a meditar que si Haití fuera destruido, y esto en gran medida lo han logrado, tendría la República Dominicana que hacerse cargo, quiéralo o no, de los haitianos, que son igual cantidad o más que los dominicanos, amén de ser un conglomerado salvaje o semi-salvaje unido por los instintos de supervivencia y las creencias más primitivas, incluso con características propias de los parias, con lo que al fin y al cabo, República Dominicana también de hecho sería destruida.

Lo que aquí decimos se está comprobando en los hechos.

Joaquín Balaguer, por ejemplo, sería el más conspicuo exponente de esta aberrante percepción de la destrucción de Haití, sin reparar en las terribles consecuencias de los siniestros avances que se puedan lograr en ese terreno. Y por ello en su oscuro ocaso, en testimonio de su estulticia, en su desaliñado panfletón "La Isla al Revés" termina propugnando por la fusión con Haití.

Prisionero de su infame mentalidad retrógrada, no sólo celebraba cada tropiezo para el pueblo haitiano y para Haití, que representaba el asalto del Poder del Estado de cada una de las hordas militares, como la de Prosper Avril, Cedrás, etc., sino que desde el Poder y con el Estado Mayor de las FF.AA., el mismo tirano alimaña vivía permanentemente conspirando contra la estabilidad o encauzamiento pacífico, democrático y civilizado de Haití. Habría convertido a la dictadura duvalierista y a sus restos en un apéndice nocivo de su perverso poder despótico, reaccionario e infame con que oprimía y subyugaba al pueblo dominicano. Y otro tanto habría hecho con la oligarquía haitiana. Al fin y al cabo el único resultado palpable de todas sus aberraciones es que los problemas de la oligarquía haitiana con el pueblo haitiano han venido a recaer sobre la República Dominicana y la población dominicana, del mismo modo que la deuda externa contraída por Rafael Hipólito Mejía y los gobiernos títeres, con sus intereses, siempre recae sobre las espaldas del pueblo dominicano, que es quien la paga.

Esa vinculación del balaguerismo infame y pervertido acaba de ser confirmada cuando el tarugo cuadrado que es el estúpido Eduardo Estrella, reafirma la línea del tirano alimaña, en contubernio espurio con la parasitaria y retrógrada Iglesia Católica dominicana, declarando en forma inescrupulosa y prostituida, que tras el derrocamiento de Aristide a través de los mercenarios perros del terror, se abren las puertas para la democracia en Haití.

Pero además, el más criminal de los perros del terror haitianos, el sanguinario Chamblain, acaba de declarar públicamente que su padre espiritual y guía político no es otro que el tirano alimaña y sabandija criminal y despótica Joaquín Balaguer.

Desde el seno de las oficinas políticas del tirano alimaña se manipulaban esos grupos del llamado ejército o militares haitianos.

 

II

 

La política de torpedear y hasta de interferencia para la estabilización de Haití, concebida y aplicada por la derecha dizque patriótica dominicana, ha hecho vivir al país en permanente zozobra de incertidumbre e inseguridad. Eso tiene que cambiar.

La realidad es que, como bien se ha reconocido, la República Dominicana no puede cargar con la solución de los ancestrales problemas de la población haitiana sin antes definitivamente perecer; lo que se impone es que se abandone la obsesión de los llamados balagueristas dizque patriotas, en realidad infames canallas lacayos, de seguir pendientes sólo de entorpecer la institucionalización de Haití, y propiciar, en cambio, que dicho país se estabilice en lo posible y que se convierta en una esperanza posible y atractiva para los mismos haitianos.

Y para este cambio de rumbo en el comportamiento nocivo de las autoridades civiles, politiqueros y militares trujillistas de nuestro país, hay que hacer que la República Dominicana se modernice, empezando por su Estado, que debe romper con la coyunda lesiva a su soberanía no sólo del imperialismo norteamericano y del de la Unión Europea, sino con el yugo que impone la perversa Iglesia Católica C. x A. con el Concordato, el Vicariato Castrense, el Patronato Nacional San Rafael y tantos otros dispositivos onerosos con que obliga a ser mantenida a costa de la sangre y el sudor del pueblo dominicano, como una institución tradicional y esencialmente esclavista y parasitaria.

La más completa y total separación de Iglesia Católica y toda religión, de un lado, y del otro el Estado dominicano libre, laico y soberano. Esto es lo que se demanda, y es lo que se impone como única alternativa digna y decente.

 

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