Rafael Hipólito Mejía y su abuela Belica nada tienen que ver con escuelas ni educación nunca en su vida

 

Rafael Hipólito Mejía, en una de sus últimas hazañas, propia de Macondo o del país de los taparrabos, acaba de ponerle, por puro capricho, el nombre de una abuela suya a una escuela de Gurabo, terruño de donde él es oriundo.

Si la señora Belica, que así se llamaba esa su abuela, hubiese sido una maestra, escritora o artista (claro, no farandulera) Rafael Hipólito Mejía no hubiera ofendido a nadie ni tampoco hubiese causado resquemor con esa acción.

Pero es que existe la sospecha de que la honorable y respetable abuela del Presidente del Poder Ejecutivo de los imperialistas y los monopolios extranjeros, de los que se interesan por destruir la República Dominicana, no fue maestra, tampoco fue escritora y mucho menos artista, como poetisa o algo por el estilo. Y hay quienes sospechan, incluso, que doña Belica bien pudo ser, además, analfabeta Y la pregunta obligada es: ¿Y cómo quedará esa escuela entonces, si ese fue el caso?