EL CARDENAL HILDEBRANDO BORGIA LOPEZ RODRIGUEZ

Anda mal de la cabeza o en realidad era un globo inflado que hace un follón

Nos da la impresión de que el cardenal Hildebrando Borgia López Rodríguez sufre de un mal muy grave, el que lo empuja a hacer descabelladas y absurdas declaraciones sin miramientos y sin asidero en la realidad, de espaldas a los avances de la ciencia y de la experimentación científica, así como rechazando los logros progresistas de la sociedad y, en definitiva, asumiendo en forma continua y sistemática, posturas que no corresponden ni siquiera a su apariencia exterior de ser un hombre inteligente y culto.

Por mucho que hemos querido resistir la apreciación de que más bruto e ignorante que un cura sólo es otro cura, y más que un pastor evangélico lo es el otro pastor de la misma secta, dicha apreciación ha terminado por avasallarnos e imponérsenos como justa y certera.

En todo lo suyo hay muestra inequívoca de que de por medio, en los puntos de vista del cardenal Hildebrando Borgia López Rodríguez, hay una preponderancia del señorío de doña estulticia, además de su alienada y alienante condición de sacerdote oficiante de hechicería primitiva y de su inocultable vinculación con el oscurantismo, la superchería y la ignorancia perversa, que debe ser diferenciada de la ingenua ignorancia que exhiben, en cambio, tantos ciudadanos, incluso de buena voluntad, por obra y gracia de la imposibilidad de haber tenido acceso a la cultura y al conocimiento.

Ahora, el cardenal Hildebrando Borgia López Rodríguez arguye que el diablo anda suelto y que los hechos de sangre ocurridos en el país son obra de la presencia de Satanás y su posesión sobre seres humanos. Ha agregado en forma estulta, esto es, reflejo del mal funcionamiento de las neuronas cerebrales, que para liberar a los poseídos por Satanás, se requiere de personas preparadas, es decir, de brujos y superhechiceros como él, por ejemplo, puesto que se trata de un asunto muy complejo. Y que los casos de locura que se han popularizado últimamente son también obras de esas posesiones demoníacas. Más aún, ha agregado que los estados de trance y catalepsia en que caen personas, y aquí nos da por preguntarnos si no se estaría refiriendo a los pentecostés, son producto del satanismo y de su protagonista, que es ese invento supersticioso-religioso llamado el diablo, que sería un dios malo, en contraposición al otro dios bueno y bondadoso, cuyo origen radica en la misma imaginación e inventiva del hombre primitivo, ignorante y semi-salvaje.

Con esas absurdas declaraciones hechas el domingo 17 de marzo del presente año, Hildebrando Borgia López Rodríguez parece haber perdido totalmente los estribos y el equilibrio cerebral, lanzándose en forma aventurada a querer retrotraer la humanidad a su más salvaje y primitivo nivel cultural, ya que era en esos estadios históricos en los que se afirmaba, por ignorancia, que la locura de ciertos seres humanos era el producto de demonios que lo habían poseído, y que, por lo tanto, había que quemarlos vivos para hacer que el demonio abandonara ese cuerpo y dejara así libre su espíritu.

La ciencia de la siquiatría barrió hace varios siglos con tales supersticiones salvajes y recreadas por la criminal religión cristiana.

Según la lógica de Hildebrando Borgia López Rodríguez ya no se necesitarían siquiatras, medicamentos ni buena alimentación para evitar la enajenación mental, sino buenos brujos, como él, por ejemplo.

Pero al atribuirle los crímenes a posesiones demoníacas, Hildebrando Borgia López Rodríguez y su recua de obispos que ostentan elevados rangos de coroneles y generales de las FF.AA. y la P.N. hacia arriba, deberían someter a un proceso de su terapia a esos generales, oficiales y rasos que, con Candelier a la cabeza, prosiguiendo la labor de Sanz Jiminián, de Rodríguez Arias, de Pérez y Pérez, de Ramón Pérez Martínez (Macorís) y demás, han asesinado a más de 30,000 dominicanos. Nuestra recomendación sincera al estulto Hildebrando Borgia López Rodríguez es que empiece con su terapia hacia esos círculos cuanto antes y esperamos que resulte en su exorcismo tan audaz y eficiente como usa la lengua para difundir disparates.