Política y politiquería

Si para los revolucionarios, como expresión de los explotados, la única política válida y consecuentemente seria es la que se basa en principios tanto en lo que corresponde a los fines y objetivos programáticos como en lo que concierne al método o procedimiento, en cambio no ocurre lo mismo con la clase de los explotadores y de los políticos a su servicio, donde la finalidad y los objetivos no son otros que preservar las condiciones prevalecientes, no importan sus escandalosas características, y el método está definido en relación a dañar y perjudicar lo más posible a las masas, dando pie así a que la política adquiera un carácter aberrado y degenerado que entonces ha de llamarse con toda exactitud politiquería y vagabundería.

El vagabundo es el paradigma de un excremento social que con toda precisión Marx y Engels denominaron lumpen proletario, que, conforme a la genial fórmula citada por éstos de Sismondi (socialista utópico), no lo diferencia del viejo lumpen del imperio romano, ya que ambos viven de la sociedad.

Dado que es el lumpen la base social que utilizan la burguesía y sus partidos como el PRD, el PLD y el PRSC para su politiquería, hay tanta afinidad entre esta palabra y la otra que se escribe y suena como vagabundería.

Al sustituir la actividad política, que es la concerniente a los empeños y esfuerzos de los grupos humanos para poner en movimiento el aparato del Estado, por empeños politiqueros cuyo contenido es el uso degenerado de la maquinaria del Estado, la burguesía recurre al lumpen igual a como recurre a su cantera del ejército de los sin trabajo o super población relativa cuando los obreros de un centro o sector se ven forzados a irse a la huelga para obtener o recuperar una conquista, si no a detener un odioso e insoportable abuso. La burguesía se vale de aquéllos para sabotear las luchas y las justas huelgas.

Al dilucidar este asunto de la base social de la politiquería o vagabundería de la burguesía en relación con el Estado y la responsabilidad de éste respecto a la sociedad, no se pueden dejar a un lado dos cosas: a) que tratándose de una actividad en la superestructura, necesariamente tiene su base, de la que es reflejo, en la economía, y que b) necesariamente, por otro lado, tiene sus correspondientes formas ideológicas, las que la burguesía desarrolla y despliega para hacerlas más eficientes y rentables en su labor de politiquería.

A estas alturas de su nuevo capítulo del fin de la historia y de que todo ya cambió, y que ya no es como antes, a ese lumpen que es omnipresente y que crece parejo con el proceso de "democratización" imperante, se le oye arrogante y orgulloso decir sin pudor: eso de política por ideales ya pasó de moda. Ahora hay que buscársela. (¡Oh Peña Gómez!, qué verdadero ideólogo y jefe de los desechos lumperiles y de todo lo amoral de la sociedad igual que tú fuiste, y cuánto habremos de recordarte siempre para repetir ¡nunca más!).

Dicen además: Yo trabajo con cualquiera, con el PRD, con el PLD, con el PRSC, etc., y tengo en el PRD a Hatuey, en el PLD a Euclides o a Franklin Almeyda Rancier, si no a Felucho y en el PRSC a cualquiera de los tantos jefes de inmorales que allí cohabitan en pie de igualdad.

A la par con esto ya el método para esos desechos de la sociedad descompuesta no es la lucha abierta, franca ni de argumentos basándose en la razón y los objetivos programáticos, sino los procedimientos de la concertación entre grupos de la mafia que se reparten zonas y áreas de actividades, así razona la politiquería, y por ahí se ejerce la prostitución política y la que no tiene que ver con la política.

Sin embargo, para los revolucionarios, y en particular para los que tenemos en el marxismo-leninismo (comunistas) la fuente de nuestra verdad, así como la guía para la acción y en base a lo que extraemos nuestros procedimientos de lucha y nuestras consignas políticas, no hay lugar para la politiquería ni para el lacayismo.

En nuestra alforja no caben las falsas esperanzas ni las ilusiones huecas, y sabemos que en la política sólo cuenta lo que refleja los intereses de las masas de explotados y oprimidos, que en tanto se habla y preconiza un crecimiento económico y un supuesto progreso, eso sólo existe para los explotadores y opresores, para los capitalistas y sus monopolios, acrecentándose sólo la miseria, la incertidumbre y pobreza en el gran polo de las masas. Resulta un contrasentido que se hable de que ya no hay bases para una política de ideales cuando las masas viven un creciente proceso de empobrecimiento y miserias.

Mientras más hablan los explotadores y sus políticos de bienestar, mayor es el sufrimiento de los sectores populares. Lo que es solución para los de arriba, sólo es problema en perjuicio del pueblo.

El quehacer político requiere y demanda sustentarlo en las demandas políticas, sociales, culturales y económicas de las masas.

Ahora que los neoliberales les niegan todo tipo de derechos democráticos a las masas, es cuando más debemos los revolucionarios socialistas (marxista-leninistas) insistir en los derechos conculcados o en vía de ser cercenados.

Los capitalistas y su Estado, con el concurso de sus partidos politiqueros, han concertado entre sí con la bendición de la prensa y los círculos religiosos cristianos, principalmente católicos, que son secundados por los fanáticos protestantes y evangélicos, que la población no tenga asistencia médica segura ni gratuita. Esto es motivo que nutre y sustenta nuestra actividad política. El Estado está obligado a asumir la responsabilidad del cuidado y asistencia médicos de los ciudadanos empobrecidos y sin recursos para recuperar la salud perdida en medio de la injusticia social.

La educación pública, respecto a los niños y adolescentes hasta el bachillerato, de hecho el Estado se la niega, a la par que, cínicamente, la burguesía y sus partidos politiqueros la consignan en su Constitución de forma demagógica.

Hay que reclamar que el Estado cumpla la responsabilidad de la educación pública gratuita y obligatoria para niños y adolescentes.

El Estado y los partidos politiqueros declaran la libertad de conciencia y de culto en su Constitución, pero en realidad mantienen vigente un oneroso Concordato entre el Estado y la perversa transnacional colonial oscurantista fascista del Vaticano.

Mediante ese Concordato el Estado dominicano ha de sacar recursos de las costillas del pueblo para costear a esos zánganos en sus actividades de brujería "modernizada" y oscurantismo al por mayor y, dejando de atender sus responsabilidades para con las grandes mayorías de dominicanos, se las entrega en forma privilegiada, con carácter absolutamente parasitario a los zánganos curas.

A esto hay que ponerle coto.

Y todo esto y mucho más es material y nutriente para una auténtica política de ideales y de principios, esto es, una verdadera política de masas y para las masas.