Actos de brujería y superchería en las aulas escuelas públicas

Religión y educación en un país cuya Constitución proclama libertad de culto y de creencia

La verdad os hará libre; la mentira te hará creyente y de "fe" religiosa

Hay un problema sumamente serio que retranca la educación del país en un momento en que ésta ha sido reconocida como básica, fundamental y de primer orden para el desarrollo tanto económico como cultural. Se trata del fardo oscurantista religioso, en particular la retranca que representa el catolicismo-cristianismo romano con todas sus falsedades, mentiras, engaños y actos litúrgicos típica y genuinamente de la más recalcitrante brujería aberrante. Todo este mal tiene como base el Concordato vigente entre el infame dictador Trujillo y la prostituida Iglesia Católica (1954).

La Iglesia Católica, que es la que maneja, a través de sus energúmenos, la Secretaría de Educación, tiene atarugadas en los puestos de enseñanza a personas con tan escasos niveles culturales que no alcanzar a entender que las creencias religiosas, igual que el no creer en esas vagabunderías, son un asunto individual y que así lo reconoce y lo establece la Constitución vigente.

Arguyen esos fanáticos que ellos tienen sus creencias y que, por lo tanto, al hacer la función de maestro tienen que realizar en los cursos donde hay decenas de estudiantes sus actos supersticiosos de hechicería, llamados oraciones.

Es claro que el profesor, como individuo, tiene el derecho a practicar, con carácter individual y personal, todos los actos de brujería, hasta la llamada satánica, que es tan absurda como la de la adoración del fetiche Jehová, Yavé, dios sin nombre, o con nombre, como les venga en gana.

En su caso, en sus acciones individuales, si gustan, pueden practicar sus creencias religiosas con carácter soberano e individual, en el baño, en la letrina, con su pareja, si así les gusta, en la cama antes y después del sexo, o antes y después de cada acto sexual; en fin, pueden hacer los ritos y liturgias que les agraden, individualmente o por pareja, si así les place, pero esto es siempre y cuando el otro, que es también un individuo, así lo acepte, y jamás puede pasar de ahí.

Pero, ¿de dónde diablos le sale a un "profesor" imponer o hacer que recen oraciones en las aulas, donde hay un conglomerado de discípulos, cuyos padres les envían a recibir enseñanzas científicas y sociales comprobadas y comprobables a través de la experiencia?

El profesor tiene derecho a creer en lo que le venga en gana como creencia personal, pero no tiene derecho a hacer actos a todas luces de superstición y brujería en los cursos, como tampoco a presentar símbolo religioso alguno, ya que ello, siempre y en todas partes, conlleva un atropello hasta violento a la conciencia del niño o del adolescente que asiste a las aulas a recibir el pan del conocimiento.

Eso es exactamente igual o peor, en ciertas circunstancias, a una violación sexual, que hoy por hoy su ocurrencia tiene escandalizada la conciencia de la sociedad.

Esos niños, a quienes se les estupra la conciencia con adefesios religiosos, son potenciales adultos sadomasoquistas o inadaptados sociales.