UNA LECCIÓN DIGNA DE APRENDER LA QUE RECIBIERON LOS AVENTUREROS OPORTUNISTAS CASTRO-CAAMAÑISTAS Y NEOTRUJILLISTAS

La patética tragicomedia de quienes creyeron que las leyes de la historia y la lucha política sintetizadas y expresadas en el marxismo-leninismo podían ser sepultadas, desconocidas, pisoteadas y violadas con toda impunidad

La historia es drástica e irreversible en sus justos y merecidos veredictos

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Un sujeto llamado Manuel Matos Moquete, reconocido hasta el ’68 por dos razones básicas: a) por el nombre de "José Antonio" mientras fue del MPD, y b) por su brutalidad, ignorancia e ineptitud para discernir, y que siendo hijo de un bestial asesino de las huestes de Trujillo en Barahona, se pasó del MPD al caamañismo, publicó ahora un libraco, enalteciendo las animaladas y abusos de Caamaño, a la vez que lanzando a la luz pública todo lo que a su entender desenmascaraba a los que, desde dentro de su movimiento, traicionaron a este mismo Caamaño Deñó.

Por su parte, los que se sintieron agraviados por su publicación, recurrieron al "Listín Diario" que, como vocero de la mendacidad y el mercenarismo periodístico amarillo, está a su entero servicio, puesto que todos son funcionarios y empleados privilegiados del actual gobierno anti-nacional y anti-popular, además de criminal.

¿Resultados? Veamos.

De la lectura de las patéticas situaciones reseñadas o narradas en las revelaciones públicas que de nuevo hacen por los medios señalados los llamados ex-miembros del movimiento caamañista en torno a la prohibición de pensar, de opinar, de tener ideas, etc., etc., imperante en el seno del movimiento y en el entorno de Caamaño, así como de traiciones, abandono para que unos u otros fueran muertos, deserciones, intrigas, torturas psicológicas, secuestros, presiones y prisiones solitarias, etc., etc.; inevitable y necesariamente, de todas aquellas fetidez y pestilencia surgen, como contrapartida, las más lúcidas conclusiones de que de todo aquello, tanto movimiento como personajes en su conjunto, incluidos los cabecillas, y de manera especial Francisco Alberto Caamaño Deñó, no se podía obtener nada diferente al más rotundo de los fracasos, como resultó, ni a producir o desarrollar otra cosa que no fuese la tragicomedia conocida, y en la que tanto lo patético como lo ridículo resaltan, se entremezclan y destacan por sus contornos tan vulgares como escandalosos hasta adquirir magnitud abigarrada propia de lo grotesco.

Se trata de una dura lección y de un escarmiento ejemplares lo que ocurrió y de lo que se está comentando y batiendo de manera casi abierta ante los ojos y atención de la opinión pública. Esto lo celebramos.

Que nunca se olviden las palabras de Marx: Mientras los ladrones y rufianes querellan entre sí, los hombres honrados y apegados a la verdad celebramos.

En la narración que, por un lado, efectúan los de un bando donde están José Antonio Matos Moquete, su mujer, la geógrafa Amparo Chantada y otros, desde un libraco publicado bajo el título de "La Ultima Esperanza", ensamblado sólo para difundir, como bien deja ver el título de entrada, el vaho pestilente de un pensamiento y una mecánica política mostrencos, decadentes y fracasados que, ni lo uno ni la otra, nunca tuvieron en perspectivas nada objetivo, real ni cierto, como se comprueba en el libraco de marras, a la vez es bueno apuntar que con esta publicación algo que busca este grupo es ganar dinero, pues los integrantes del mismo son de la genuina banda de sublimadores de la antigua tesis terrorista del héroe activo y las masas pasivas; son parte de esas trullas de aventureros, trogloditas y oportunistas que hoy, como jirones sueltos sin brújula ni bitácora, andan al garete asumiendo posturas de deprimidos y prostituidos, convertidos en agentes vocingleros (en una de sus facetas) del neoliberalismo. El título del libraco, para que se vea que es huérfano de originalidad, no es más que una burda imitación de otro libro contrarrevolucionario impreso por Editora Corripio en el 1991, titulado: "El último comunista", del exiliado cubano Juan Benemelis. Búsquese, pues, el puente entre la última y el último. Ambos son parte de la anacrónica tesis que actualmente es barrida en todos los rincones del mundo del "fin de la historia".

Los del bando contrapuesto al primero, que con cuyas simplistas e insustanciales narraciones usadas como medio principal de exposición no logran superar el marco de la rebatiña (cosa que no debe extrañar a nadie, ya que se trata de gente que nunca poseyó ni estuvo adherida a una doctrina ni a principios definidos), pues, según lo que exponen en sus disputas, no se trata de un debate político, teórico ni ideológico, apenas, como rufianes y gamberros envejecidos escandalizan e intrigan creando algo muy parecido a un dime y direte entre ranas (macos) bajo la oscuridad de la noche, que croan sentadas en la charca del pantano putrefacto en que viven; ahí están los Wellington Ascanio Peterson, Frank Félix Acosta, Villa, Miguel Cocco, Monchi Valerio, Sagrada Bujosa y otros más que, aferrados a todas las puerilidades, ridiculeces y estupideces posibles de ser imaginadas, destilan, como alambiques de anacronismos, frustraciones y amarguras a la vez que persisten en buscar la manera de justificarse y justificar la irrespirable podredumbre propia a todo el conjunto del caamañismo en su tan insolente, terco como pertinaz empeño en negar y burlar las leyes del materialismo histórico, resumidas y sintetizadas por el marxismo-leninismo como guía para las luchas políticas. En esto, no hay dudas, están todos esos contrarrevolucionarios a una, y persisten en su anticomunismo. Respecto a lo que cabe subrayar que no pueden alegar ignorancia, pues todos tomaron parte activa en las intensas polémicas que desde 1961, 1962, y particularmente después de la Guerra del ’65, estremecieron, igual que a la arena internacional, el escenario de las izquierdas dominicanas con los debates entre el marxismo-leninismo, de un lado, y del otro el oportunismo y el revisionismo de quienes el castro-guevarismo-debraísmo (caamañismo) fue su versión tanto latinoamericana como criolla, esto es, que el castro-guevarismo-debraísmo fue la expresión concreta y folklórica de esa contracorriente oportunista internacional.

La actitud que adoptaron y el camino que escogieron fue el resultado de su libre elección ante la disyuntiva de seguir la política marxista-leninista y anti-revisionista o la del oportunismo y el aventurerismo que era y sigue siendo la negación de la lucha política y negación del papel fundamental que les corresponde a las masas.

Si algo queda en claro, además, tras su disputa pública, es que entre esos energúmenos no existía ni pizca de interés ni les importó ni les importa la teoría revolucionaria y política de vanguardia, mucho menos los métodos correspondientes, por igual ha quedado corroborado palmariamente que el nivel de discernimiento de tales gentuzas en el plano personal o individual no ha rebasado nunca ni siquiera los niveles más elementales del pensamiento. En realidad eran la expresión de los sectores y estamentos económico-sociales en descomposición de una sociedad estancada y en plena putrefacción; eran y son esos elementos los componentes del abigarrado sector social, es decir, son la clase del lumpen pequeño-burgués, burgués, campesino y proletario.

Este grupo, que hoy está vendido al actual gobierno y a todo lo que hay en él, ejerciendo así a sus anchas el mercenarismo y el reaccionarismo oportunistas al que están adheridos indistintamente sus miembros, unos desde el 1962, pero por sobre todo, los otros a partir de la Guerra de Abril del 1965, no desperdicia oportunidad para querer hacer política o robolución apelando, ¡qué vergonzoso!, demagógicamente a la piedad, al sentimentalismo barato, a las lágrimas de telenovelas románticas o culebrones, a los sollozos histéricos y a todo lo que representa la más recalcitrante mentalidad típicamente pequeño-burguesa atartufada y sin ningún vínculo con el análisis científico, objetivo, real y veraz, poniendo en evidencia que sólo buscan lograr la conmiseración de los círculos de opinión en que desenvuelven sus tan insignificantes como miserables existencias.

Agustín de Hipona (el "san" Agustín, sí, el mismo), aquel sádico y perverso que la Iglesia Católica adora y tiene como a una santa figura, tras aplastar inmisericordemente a los donatistas (y no hablamos aquí en torno a esto en sentido figurado, sino cruda y directamente hablamos de masivos asesinatos y torturas inclementes) usando los instrumentos del Estado policial del Imperio Romano, tuvo a bien escribir unos cínicos versos que demuestran el trasfondo de su mentalidad sadomasoquista, pero ¡qué bien reflejan el fracaso y la situación que acecha a los que pierden de vista las perspectivas concretas de la realidad objetiva de la lucha de clases y de la política! Ese sádico criminal escribió:

"El trueno retumba en las nubes y llama a construir la casa del señor en la tierra, pero las ranas sentadas en su charca siguen croando".

Esta vez, en este nuevo episodio de rebatiñas intercaamañistas, por lo menos en forma un tanto relativamente explícita, los bandos de renegados oportunistas castristas, guevaristas y foquistas que en rol de mercenarios se incorporaron como energúmenos y estúpidos descerebrados -verdaderos lúmpenes aventureros- al ridículo movimiento configurado por Francisco Alberto Caamaño Deñó, apadrinado por el inescrupuloso carnicero de siempre Fidel Castro, y que fuera -ese movimiento-, sin duda de ninguna índole, la más exacta y verídica expresión tanto de lo que este sujeto (Caamaño) tenía como su concepción o interpretación, como también las de los otros componentes de dicho "movimiento".

A este respecto debemos hacer una aclaración y queremos que conste, decimos o llamamos de este modo ("tenía como concepción o interpretación") a esos espasmos instintivos de bestias desprovistas de horizonte, condicionando así a tales adefesios y exabruptos propios sólo de una tan primitivísima como rudimentaria mentalidad salvaje habituada a la masacre de humildes ciudadanos indefensos y al asesinato masivo incluso (desde la época de Trujillo hasta Palma Sola, la práctica, como se sabe, conforma la mentalidad, y el ser social crea la conciencia social que, a su vez, es la que determina la conciencia individual, según establece como un principio o ley científica la dialéctica materialista); repetimos, incurrimos en riesgo del equívoco cuando usamos la expresión "tenía como concepción o interpretación", tratándose en realidad de elementos aberrados y curtidos en la condición de impensantes.

El error estriba en que se podría confundir con esa expresión nuestra la condición bestial que da pie al exabrupto y al instinto con las facultades de pensar, concebir, discernir e interpretar, que son cualidades estrictamente del ser humano.