Cada quien con lo suyo

Maña vieja no se olvida

COMPLEMENTO...

David, el sanguinario y terrorífico guerrero judío de quien sus seguidores repiten la monserga tejida por los núcleos dirigentes (sacerdotes) de su pueblo (saduceos) y difundida por las leyendas que reflejan el interés económico, político, militar y cultural de esa gens primitiva judía, muchas de ellas contenidas en la Biblia, de que el tal sujeto actuaba por orden del tótem de los judíos, al que con la magia eufemística del lenguaje se le llama Javeh o Jehová (tótem) y para los católicos y cristianos Dios (tótem cristiano), es uno de los más grandes genocidas que recuerda la historia universal del crimen.

En una de esas leyendas que se recogen en el libro judío llamado Biblia, se cuenta que hasta el mismo tótem Javeh, en una entrevista con David, le dijo que aunque a él le gustaban mucho los templos y obsequios, sobre todo en oro (no hay duda que Javeh era un judío de pura cepa) no quería que le hiciera ni uno solo puesto que había derramado (asesinado) a demasiadas gentes, no sin antes reconfortarlo reconociendo que David siempre había actuado por su mandato expreso.

No tuvo empacho en, una vez vencida una tribu filistea, sacar a campo abierto a los sobrevivientes-adversarios, pasarles a hombres, mujeres y niños los arados tirados por bestias y a los despojos de los restos destrozados, meterlos en un horno para ser cremados. Como tampoco seguir los pasos de Caín, asesinando con premeditación y alevosía a su hermano para quedarse con la viuda, futura madre de su hijo Salomón.

Imagínese el lector que a Nikol, una de sus esposas, la compró virgen por 100 prepucios de filisteos, es decir, que se dedicaba a practicar las torturas y el suplicio de los vencidos o arrancar la tela del glande de los muertos-vencidos. No hay dudas que tales hechos dan lo necesario para un retrato de su naturaleza.

Como según la ley mosaica se prohibe, so pena de ser maldito, tocar cadáveres, hay que concluir que David se los arrancaba en vida y practicaba así la tortura.

Pero en realidad de lo que queremos hablar es del pasaje que hay en ese amasijo de atraso y bestialidades que es la Biblia, que nos cuenta de cómo a David, cuando ya se encontraba moribundo y todavía no había resuelto definitivamente la cuestión de a quién dejaba el trono (Poder), los suyos, y, particularmente la madre de Salomón, que fuera primero mujer del hermano que David asesinara calculadoramente para quedarse con ella como su mujer, se esforzaba por devolverle la vida que apresuradamente se le escapaba.

Y en un pasaje del libro I, De Los Reyes, capítulo I, versículo 1, se explica cómo se le introducían en su lecho de muerte vírgenes, es decir, niñas adolescentes para que, con su cuerpo, despertaran la lujuria y los deseos bastardos en David, evidentes ataduras de éste con la vida. (El Deuteronomio puede comprobar casi todo lo aquí expresado, si lo duda, vaya y léalo).