La ambición, el despotismo, el parasitismo y la superstición que exhibe y ostenta el llamado Cardenal es un retrato fiel del nefasto carácter Iglesia Católica y la religión cristiana
 

Un señor, que es parte de esas legiones de sujetos iguales a él y que confluyen a una institución mágico-fantástica que, además de todo tipo de basuras de esa índole, se sustenta en el revelador mito de que su dios impuso el trabajo como un castigo, por lo que su religión e Iglesia, que es el cristianismo, igual que él personalmente, son, por naturaleza intrínseca, profesionales del parasitismo y la estafa sobre pueblos y naciones, a los que obliga la institución supersticiosa y mitológica a la que pertenece, y la cual le da el rango de príncipe debido a que dicha institución es portadora, casi también natural, de la monarquía, bajo la denominación de Cardenal, y que se trata de una religión cuya historia real es una retahíla interminable y continua de crímenes de lesa humanidad y prolongados genocidios, de aires divinos según ellos, hasta el punto de que la enciclopedia de la tortura se nutre de las prácticas comunes y cotidianas propias de dicha institución que, por demás, se sobreentiende que si es monárquica es parásita, pues el régimen de la monarquía es consustancial con el esclavismo en su forma más burda y directa, el cual se sustenta, como es lógico, en la explotación y opresión de los esclavos, por un lado, y por el otro en la ociosidad parasitaria de los esclavistas que, para colmo, se consagran a sí mismos como representativos, además de provenientes directos, de las inventadas deidades divinas, sagradas y de sangre azul, que es el caso del cristianismo católico, de cuya Iglesia hablamos, y su energúmeno Cardenal es el del patio, que responde al nombre de Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, quien ha persistido en acusar de vagos y se ha atrevido a mandar a buscar ocupaciones productivas, y a trabajar, por tanto, a los sectores e individuos que, no conformes con la extrema calamitosa situación imperante, que le imponen al país y al pueblo, han optado, con toda justicia y en pleno uso de sus derechos constitucionales, por luchar y protestar frente y en contra de las expresiones más crudas de la explotación y opresión que resultan de la misma situación de marras.

Si alguien es huérfano en absoluto de moral para llamar vago y ocioso a un ciudadano, ese alguien, si es un individuo, su prototipo o arquetipo es el cura, sacerdote, monseñor, obispo, cardenal o Papa, párroco, diácono o monja; pero si se trata no de un individuo sino de una institución amoral, esto es, carente absolutamente de cualquier nivel de moral, o sea, cuya moral es menos cero, esa institución no es otra que la llamada Iglesia Católica-Vaticano, Apostólica y Romana. Si se trata de parasitismo, esa es la Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo, aún sea protestante. Si de criminal se trata, no inventen, ahí tienen al cristianismo y a la Iglesia Católica. Si de santificar y bendecir crímenes, dictaduras y dictadores, explotadores y opresores, torturadores, pederastas, depravados y degenerados se trata, no vayan lejos, ahí están la Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo.

Vagos, parásitos y parasitismo, ociosidad y ociosos, estafadores y vividores de las naciones y pueblos, a los que no vacilan en asesinar, oprimir y subyugar masivamente en aras de hacerlos sus esclavos y fuentes de sustento, para lo cual recurren a un peyorativo e insultante como denigrante e injurioso léxico, como es el de llamar ovejas a los hombres que trabajan, mientras que los sacerdotes, en su zanganismo estafador parasitario, se autodefinen y denominan pastores, guías y dueños de esas ovejas que su supuesto dios, Jesucristo y sus legiones de deidades inferiores llamadas santos (que por cierto son reclutados del seno de los más conspicuos criminales al servicio del parasitismo y la esclavitud del hombre, como por ejemplo Ignacio de Loyola), les han donado como un ganado de seres animales inferiores a los que ellos, los sacerdotes y vagos, que supuestamente son los representativos de las deidades divinas y particularmente del invento dios, Jesucristo y sus legiones de santos, que les ha otorgado las prerrogativas de tutelarlos, dando por descontado que los hombres están descalificados como imbéciles, tontos y locos para resolver su propio destino y asumir su propia responsabilidad.

Pero ¿quién en este país ha visto alguna vez al sujeto éste, alias El Cardenal, llevar a cabo una actividad laboral o de trabajo productivo alguna vez en su necia existencia de parásito inveterado?

¿O acaso hay un cura que realmente trabaje productivamente para la sociedad, y cuya labor no sea forjar cadenas y atarlas al cuello de los hombres para someterlos al yugo oprobioso de la explotación y la opresión de sus verdugos esclavistas, feudales, burgueses o imperialistas?

Socialmente, hasta la burguesía y, en su época, sólo en ciertos sentidos, los terratenientes, como grupos sociales y clases, siendo explotadores y opresores, eran relativamente entes productivos, pero la Iglesia Católica-Vaticano, los curas, los obispos, los cardenales, los monseñores, las monjas y sobre todo, el que ocupa la cúspide suprema del triángulo universal de la infamia, el Papa, nunca, nunca han desplegado ni desplegarán jamás una actividad laboriosa productiva, como tampoco el libre desarrollo de la ciencia y la cultura.

Y se podrá pensar que esto es una reacción particular de nosotros los comunistas que, desde nuestro Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO), hemos llegado a la convicción inquebrantable de que, en particular en América Latina y El Caribe, no es posible ser comunista si no se es intransigentemente opuesto al parasitismo y al tutelaje bastardo y criminal de la Iglesia Católica-Vaticano como tarea de primer orden, so pena de que, de no asumir dicha tarea, ahí mismo se está capitulando ante los enemigos de clase, como la burguesía y los monopolios y sus verdugos civiles, militares y policiales. Sin embargo, hemos de decirles humildemente, que esta tesis sobre el carácter improductivo y parasitario de los sacerdotes católicos y pastores evangélicos es originalmente creación del padre del capitalismo moderno, llamado Adam Smith, y que está clara y definitivamente consagrada por este autor, creador de la ciencia de la economía política capitalista, cuando afirma dicho autor, que los sectores improductivos de la sociedad están encabezados, y representados principalmente, por los sacerdotes católicos y ministros evangélicos que viven del ocio, además de que esas legiones parasitarias están compuestas por el tumulto de mercenarios pagados por los capitalistas para que hagan de verdugos militares, policiales y burocráticos del régimen capitalista de explotación y opresión.

Pero es el caso que el Cardenal es un degenerado y aberrado que, de tanto ser parásito y vividor, junto a una pestilente práctica permanente de superstición, ha terminado enajenado y en brazos de la peor de las alienaciones y, por ello, ahogado irremisiblemente en su confusión, llama a lo blanco negro, a lo agrio dulce, a la verdad mentira, y así, él, que igual que todos los sacerdotes y ministros, son vagos y parásitos improductivos, se ha llegado a creer que trabaja y que no es un vago.

Siendo así, dejemos a este loco con su locura, y ¡qué viva la lucha!, ¡que prosiga la protesta!, aboguemos por su más amplio desarrollo, y que se multipliquen por 100, por 1,000 y por más todas las protestas necesarias en aras de la democracia y la libertad, para que les duela a los lacayos y opresores, como a los explotadores y supersticiosos estafadores, con sotana y sin ella.
 

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