Desmitificación de la historia patria

No hubo tal independencia en Febrero del 1844, sino separación

En ese año no se proclamó fundación de la República Dominicana, sino su refundación que se había proclamado el 1ro. diciembre del 1821 mediante Golpe de Estado Iglesia Católica-Arzobispo Valera a la gobernación colonial de España, con el objetivo de rehuir los efectos decreto que confiscaba a la Iglesia Católica bienes usurpados por ésta a la población, cerraba conventos y seminarios por prácticas criminales y anulaba, eliminando, los tribunales de la Inquisición que operaban aquí

 

Con motivo de la conmemoración de este otro aniversario de haberse proclamado la separación que, tras su desencadenamiento y desarrollo, de-sembocara en un nivel más alto y elevado de la conquista de la independencia nacional y la declaración de la refundación de la República Dominicana, resulta de extremo interés que, lejos de sumarnos a la repetición ciega y sin espíritu, ni crítico ni deliberativo, de lo que ha sido el fruto manipulado y tergiversado, tras un proceso, adulterando y revisando, en forma antojadiza, los acontecimientos y hechos que conformaron tanto la fisonomía como el curso de los sucesos y hechos, todo lo que se ha llevado a cabo en forma aviesa y perversamente interesada, para quedar como los más desinteresados servidores de la nación y sus metas de progreso, bienestar, cultura, independencia y soberanía, cuando en realidad esos sectores, como es el caso de los religiosos católicos, historiadores, políticos e intelectuales, que encarnan y forman parte de los sectores que más se han empecinado en impedir que la nación, representada por sus masas de pobladores, puedan alcanzar sus objetivos y fines que, así, se han visto aplazados y obstaculizados cada vez para un futuro o porvenir.

De antemano queremos aprovechar esta conmemoración, que es la número 163, del movimiento separatista del yugo opresor de la nación haitiana sobre la nación dominicana, que ya estaba formada y constituida como nación al momento de la invasión haitiana, efectuada por el gobernante mulato haitiano Pedro Boyer el 9 de febrero del 1822, en respuesta de aceptación del llamado de intervención que le hiciera la Iglesia Católica a través de su obispo Arzobispo Valera, tras haberse proclamado la independencia de la corona española y su dominio colonial la noche del 30 de noviembre del 1821, equivalente prácticamente al 1ro. de diciembre de dicho año y, estando vigente el gobierno liberal en España, que había decretado confiscación y otras medidas contra la Iglesia Católica y la Inquisición.

Por ya haberse formado y constituido, tras un largo y escabroso proceso  material económico histórico-social, la nación dominicana, muchos años antes del 1844, resulta totalmente falso e inexacto que al nombrado ciudadano español criollo catalán Juan Pablo Duarte y Diez, se le tenga y se le nombre como el creador de la nación y fundador de la nacionalidad dominicana, o con la falaz y atávica denominación dizque de Padre de la Patria, así como fundador de la República que sobrevino a la proclamación en 1844 de  la separación pura y simple del poder del yugo de los invasores haitianos del 1822, que superó, por efecto de las fuerzas de la dinámica de la nación, la incertidumbre sospechosa de la comprobada y declarada separación para desembocar en la consumación de la independencia nacional.

El razonamiento lógico más simple y elemental indica que, para que una nación reivindique su independencia, se requiere que la nación, como organismo histórico-social, de naturaleza viva y orgánica, ya esté constituida previamente, esto es, en nuestro caso, con antelación a la proclamación de la separación del yugo opresor e ignominioso de los haitianos, que ya también habían conformado y estructurado su propia nación haitiana a través de su particular y propio proceso histórico constitutivo de su nacionalidad y su respectiva nación.

Otro tanto corresponde afirmar de la nacionalidad que, en los fenómenos históricos, antecede a la nación, puesto que ambos fenómenos corresponden a niveles diferentes del desarrollo histórico; siendo anterior la nacionalidad a la nación, también la nacionalidad es un fenómeno más simple y responde a un nivel de desarrollo menos elevado y menos complejo o complicado.

¿Qué elementos componen la nacionalidad? y ¿cuáles otros componen la nación, puesto que, tal y como nos hemos atrevido a afirmar, no son una y la misma cosa ni tampoco son iguales entre sí?

Las nacionalidades, como bien establece en forma irrefutable el materialismo histórico, surgen de las tribus unidas por la comunidad de lengua en el período de transición del régimen de la comunidad primitiva al de la sociedad de clases, esto es, la sociedad basada en la explotación de un grupo social por otro grupo social, llamados clases sociales. Y, como se ve, lo esencial para que exista una nacionalidad es un idioma común. Así, para el 1820 y mucho antes, existía la comunidad de los que hablaban español, como existía en la parte occidental de la isla la nacionalidad haitiana, de Haití occidental o francés, cuyo idioma en común era el francés y el patoi.

La nación requiere más elementos confluyendo y operando, en forma interrelacionada, alrededor de la categoría económica llamada mercado nacional. Así, la nación requiere un territorio común para las nacionalidades, un idioma común a esos ciudadanos, lo que conlleva una actividad económica signada o definida por un régimen basado o supeditado en un o a un sistema capitalista, y todo esto reflejado en su peculiar forma de ser, esto es, en su fisonomía espiritual, todo lo que se reduce y sintetiza en una cultura nacional común.

La clave de la tergiversación y confusionismo predominante respecto al devenir histórico-nacional, y en particular respecto a la creación o formación de la nación dominicana y de la nacionalidad dominicana, es que, tal confusión ha sido creada artificial y deliberadamente; y se encuentra en que ha sido la Iglesia Católica-Papado-Vaticano la que ha efectuado todo tipo de arreglos y manipulaciones para adecuar, tanto el proceso, su interpretación, como los hechos y sucesos de dicho proceso; ya que todo proceso se compone y se expresa en hechos y en sucesos que acontecen en forma de cadena, que muchas veces aparece oculta pero que, en un momento determinado, se define y causa un hecho trascendental que lo hace cambiar todo de significado, contenido, en su alcance y en su rumbo, por lo menos en su reflejo exterior.

Así como resulta incomprensible que el llamado movimiento independentista, que inicialmente dizque reapareciera con Juan Pablo Duarte a la cabeza, al momento de actuar, no declara la independencia de la República Dominicana, sino, única y llanamente la simple separación, y es la dinámica interna del proceso la que, por ley de la inercia, empuja el movimiento hacia la independencia, en tanto no pocos grupos componentes e integrantes del movimiento se resisten, se oponen y conspiran. Lo de la separación es clave, puesto que delata interés en algo indefinido, que no era otra cosa que, evitando que se culminara en independencia nacional y en una República soberana y estuviesen al mismo tiempo sentadas las bases para buscar el protectorado o la anexión a una potencia colonial europea, como se produjo en el 1861 con la anexión a España, hecho en que se confabularon el reaccionario hatero criollo Pedro Santana y la Iglesia Católica-Papado de León XIII.

Más todavía. Desde hace más de 40 años, habemos quienes criticamos y llamamos a observar que, el nombrado Juan Pablo Duarte, es extrañamente indiferente y recalcitrante desconocedor de toda reivindicación social, y de los graves problemas existentes en la vida cotidiana entre los nobles españoles y su parte nacida aquí, que se les llamaba españoles y ciudadanos, pertenecientes con todos los derechos de otro español nacido en España; así como de las clases de negros y mulatos que, si bien eran para la fecha del 1844 hombres libres, no menos cierto es que sobre ellos pendía la espada de Damocles de la discriminación racial y social, y estaba pendiente la vuelta o retroceso a la esclavitud, con la reimposición del dominio español o de cualquier otra potencia colonial, que actuaría en alianza con la Iglesia Católica-Papado, que es la fuente de la práctica implementada y continuada de la esclavitud, naturaleza histórico-social del cristianismo y de la Iglesia Católica.

Lo extraño es que el supuesto fundador, y creador, también supuesto, de la nación y de la nacionalidad (todo lo que es un verdadero disparate mayúsculo y una mostrenca figura para acreditar la fábula del génesis del dios, padre, hijo y espíritu santo), parece salido de la cabeza de Júpiter, igual a como apareció Minerva, o bien, en otras palabras, del más allá, y, así mismo como vino, se esfumó.

 

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